• Mi amiga más 'verde'

    Reciclaje subterráneo Palma
    Acabo de venir de sacar la basura. Me siento muy orgullosa de reciclar. Y me encantaría que todo el mundo lo hiciera. Así además de contribuir en una pequeña medida a crear un mundo mejor, evitaríamos esas desagradables vistas que ofrecen los contenedores llenos de basura esparcida por sus alrededores. Es horrible.

    Pero si hay una persona que es la "number one" y la maestra de maestras en el tema del "reciclar todo", es mi amiga Catalina. Catalina vive muy bien, tiene tres casas, una en la ciudad, otra en el campo y otra en la playa y dependiendo de la estación, celebra tres grandes fiestas al año a las cuales invita a muchísimas personas. Y como es normal cada una de estas personas elegimos con cariño algún presente que llevarle. En casa me educaron para que no me presentara jamás a una casa con las manos desnudas, "y no cuentan los guantes" me decía mi madre, así que yo siempre me esmero en comprar algo que intuyo le pueda gustar a la persona en cuestión. Pero en casa de Catalina hay algo que me extrañaba cada vez que iba. Cuando llegamos nos abre la puerta Elisenda que es su chica para todo (por lo visto es una joya, lo mismo se encarga de pasearle a los perros, como de teñirle el pelo y hacerle las mechas, le deja la comida, la merienda y la cena hechas, y tiene la casa como los chorros del oro), y tras darnos la bienvenida nos acompaña hasta Catalina la anfitriona, y allí se vuelve de espaldas y empieza a escribir o dibujar en una libreta durante unos segundos.

    Un año, lo confieso, muerta de curiosidad e intrigadísima por tal actitud de Elisenda y con la excusa de ir al baño, sustraje la libreta y me puse a leerla. No entendí nada. Allí sólo había escrito prendas de vestir, nombres y colores de papeles y flechas, muchas flechas que iban de una palabra a otra. Me fui a casa con el rabo entre las piernas y suplicando que mi amiga no tuviera cámaras de seguridad en el salón de su casa.

    Pero mira por dónde al cabo de dos meses descubrí lo que apuntaba Elisenda, no siempre con la diligencia y profesionalidad que hubiera correspondido a tal joya de mujer. Y lo averigüé cuando en una cena que dí en mi casa, Catalina se presentó con un obsequio que, con mucha sorpresa para mí, era exactamente el mismo que yo le había llevado el día de mis fracasadas incursiones detectivescas. Así que me di cuenta de que mi amiga Catalina es más que perfecta. Es la mayor recicladora del mundo mundial. Recicla de maravilla y con una profesionalidad envidiable los regalos que a cientos le van haciendo. Así ninguno se desperdicia. Por lo tanto he tomado la firme decisión de que cada vez que vaya a su casa, me esmeraré más si cabe en la elección del detalle a llevar, pues con suerte igual lo vuelvo a tener en mis manos y seguro que lo disfrutaré muchísimo. Eso sí, lo siento. Os confieso que eso no lo voy a reciclar!

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