• ‘Operación salida y armarse de paciencia’

    operación salida

    Ayer fue primero de julio. Desde que recuerdo mis primeros telediarios, casi siempre la noticia principal era y es la ‘operación salida’ y espero que siga siéndolo siempre, pues eso querrá decir que no ha ocurrido ningún desastre o cataclismo que pueda enturbiar o relegar a segundo plano la misma.

    Siempre nos sacan las mismas escenas en la tele, de cientos y cientos de coches allí parados, llenos de familias enteras, con tardanzas de incluso tres y cuatro horas y qué queréis que os diga: me entra un agobio tremendo y suelto siempre la misma frase: qué horror!!!!!!

    Pues me imagino a mí, persona impaciente donde las haya con, por ejemplo, dos ‘rorros’ o niños pequeños sentados detrás, cansados, ojerosos, hambrientos, sedientos, con ganas de hacer ‘pipí’ o ‘popó’ o ambas cosas, llorando y berreando. Veo a mi pareja perdiendo la paciencia, a mí con los nervios de punta alzando la voz a diestro y siniestro, y todos ‘al borde de un ataque de nervios’. Me imagino la baca del coche llena de colchonetas, bicicletas, monopatines y demás artilugios para disfrutes varios, y siempre pienso lo mismo: esta es la ‘gran prueba’, donde se refleja mejor la paciencia y el amor que pueden tener dos seres humanos que han decidido compartir sus vidas el uno con el otro.

    Pero con este pensamiento estoy siendo completamente injusta y poco solidaria, porque lo estoy mirando exclusivamente desde el punto de vista mío. El de una persona que si quiere tomar el sol cuando todavía es abril o mayo, coge un autobús o un coche y en diez o veinte minutos puede estar en una estupenda playa disfrutando de unas vistas espectaculares de nuestra Catedral y bahía, volviendo en el mismo tiempo a mi casita para darme una ducha y comer o cenar. Y si quiere cuando el sol aprieta más y en cualquier día del verano darse un todavía baño más espectacular, no tardará más de una hora en zambullirse en playas, calas o calitas, que no tienen nada que envidiar a ninguna del planeta. Y eso sin hacer maletas, sin lloros de niños, sin lamentos y sin atascos. Y así casi los tres meses de verano. 

    Esto me ocurre exclusivamente, por tener la suerte de vivir en una isla tan privilegiada como es Mallorca. 

    Pero estos últimos años que he tenido la oportunidad de estar en ciudades tan bonitas que no tienen mar, como por poner un ejemplo, Segovia, Madrid, Cáceres. Sevilla, Toledo, Valladolid, Zamora, Salamanca, etc, me doy cuenta de que si yo viviera en dichas ciudades donde he comprobado in situ, el ambientazo que tienen, la belleza de sus monumentos, su excelente oferta gastronómica, sus increíbles paradores, monumentos, museos, etc, a pesar de ello, indudablemente mi mes de vacaciones seguro lo sería también, a base de cargar el coche de bártulos y familia, -y no necesariamente por ese orden-, armarnos de paciencia y valor e irnos a disfrutar de una de las estupendísimas playas que hay en España pues la dosis de vitamina C, yodo y ‘morenez’ (palabra de mi diccionario particular) que impregna el mar, no está reñida para nada con vivir en capitales tan maravillosas. 

    Así que ahora cada vez que vea las operaciones salidas y llegadas me solidarizaré con todas las personas que tienen el mar a mucha distancia, pero que tienen las mismas ganas, ilusión y necesidad de darse esos estupendísimos baños en estas aguas tan idílicas que rodean nuestra península ibérica. 

    Eso sí, para qué vamos a engañarnos, pensando en la inconmensurable suerte que tenemos los isleños en poder disfrutar de lo mismo a muy pero que muy poquitos kilómetros de casita.

    Qué lujo mami!.


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