• La próxima generación blandengue

    Lo importante es participar
    La semana pasada leí un artículo en un suplemento de un diario, en el que comentaban que en una comunidad de nuestro país se iba a implantar una manera diferente a la hora de premiar a los alumnos, tanto en los estudios, como en las actividades deportivas.

    Por ejemplo, habían comenzado ese sistema en los campeonatos de judo de un centro de la región, en el que el niño/a que ganaba, no era premiado con una medalla, una copita de alpaca, o un mísero cinturón de purpurina (digo este color pues sé que los niveles van por el color de esa prenda y de ese color seguro no existe...).

    Se premiaba absolutamente a todos de la misma manera. Es decir, en el último campeonato se les dio absolutamente a todos los participantes una medallita que colgaron de una en una en su cuello.

    Todo ello, según comentaba la Consejera de Cultura se había hecho ex profeso y calibrado psicológicamente, ‘para que ningún niño se sintiera frustrado’.

    Me quedé perpleja, pues qué queréis que os diga. Que me parece una gilipollez. ¡Anda que yo en mis años mozos, a la primera tumbada en el tatami iba a volver a mover un músculo de mi cuerpo serrano…! Para qué! Total me iba a llevar una medallita preciosa y llegar a mi casa más contenta que unas pascuas, sin el mínimo esfuerzo!.

    Y qué me decís si eso se implanta en todos los colegios y ámbitos de todo tipo. Adiós por ejemplo a las olimpiadas en las que participaran esos futuros escolares, si cundía el ejemplo en todos los países. 

    Bueno, celebrar, se podrían celebrar, pero el país organizador no ganaría en fabricación de pódiums para que subieran todos los atletas y premiarlos a todos, allí todos apiñaditos. ¿Y el gasto en medallas? Qué presupuesto más grande, caramba. 

    Yo me pondría a hacerlas de esas que traen los Reyes Magos, de chocolate y cubiertas de papel doradito, que están tan ricas y encima aportan nutrientes. Yo creo que el presupuesto daría para eso, pero para tanto oro, plata y bronce, lo dudo…lo dudo…lo dudo…como diría la canción de los Panchos. 

    Y ahora que lo pienso: qué rollo tener que escuchar todos los himnos de todos los países participantes. Así sí que nos iban a dar las uvas del año y las del siguiente…. Con lo que yo me emociono escuchando el himno nuestro cada vez que un participante gana con los ojos nublados y con lagrimitas que se le escapan. Ahora lo escucharan los participantes como quien oye llover y cansados de estar allí himno tras himno. 

    Pero bueno, todo sea para que no se frustren esos participantes que de chiquititos ya les acostumbraban a que todos tenían premio, y que hicieran lo que hicieran la medallita se la llevaban a casa seguro.

    ¿Y los futuros Master Chefs, Cifras y Letras, Saber y Ganar, Operaciones Triunfo, Tus caras me son conocidas, Ahora caigo y vuelvo a subir, Gran hermano vago, etc, etc……? Tendrían que dar premios a todos pues si no, vaya trauma y vaya gasto de psicólogos que se le puede producir a esos ya chic@s, hechos y derechos, que de niñ@s se han criado sabiendo que lo importante no es esforzarse pues participando vas a ganar, por narices, aunque seas un vago supino.

    Al mismo tiempo en un colegio de dicha provincia, se habían decantado por cambiar el sistema de otros años, que era en cada curso separar en tres aulas a los niños por sus niveles de notas del año anterior. Es decir, los que iban más flojitos todos juntos; los que no destacaban ni por malos ni por buenos, también todos juntitos, y los que sobresalían por sus buenas calificaciones, en otra clase.

    Este sistema ayudaba a los profesores a motivar y dar más ritmo o énfasis en las clases dependiendo de la capacidad del alumnado.

    Pues no. Han decidido este año mezclarlos por orden alfabético y que sea lo que Dios quiera. La división por capacidad, creaba una discriminación y sensación de frustración, palabras textuales, en los niños que no sacaban tan buenas notas.

    Y a mí me entra una duda: El profesor en este caso, ¿se adapta al niño que pone cara de póker, o se queda con la boca abierta y la cara a cuadros, cuando le están explicando el teorema de Fermat (puro análisis matemático de altura, por poner un ejemplo sencillito)? ¿o el profesor se adapta al niño que todo lo sabe y levanta la mano a cada pregunta?.

    Pues qué queréis que os diga, que eso me parece completamente injusto, y ahí es cuando a mí, -que seguramente sería de las que me quedaría con la cara ‘pasma’- me jorobarían el curso y bueno, necesitaría de tropecientos psicólogos para superar ‘el no estar a la altura’, si el profe se decantaba por el ‘sabiondo’. 

    Y el pobre que se las sabe todas, y harto de que el profe repita treinta veces el teorema de Pitágoras a Jaimito, se desmotiva y empieza a hacer pajaritas de papel, por poner un ejemplo de mi época. Pues a ese le habrán fastidiado también ganar el campeonato de matemáticas de este año y otras aspiraciones también muy loables. Y se ha quedado a la altura del llamémosle, para no herir sensibilidades, del más lento de comprensión de la clase…..

    En conclusión, que la frase típica de lo importante no es ganar sino participar, va a ser ahora más cierta que nunca. Y a mí se me puede tachar de lo que sea, pero sigo pensando que, si se presenta uno a cualquier competición, es importante ganar. Pues eso indica superación, esfuerzo, constancia y muchas más cosas.

    Pero también me gustaría que educaran a los niños de hoy, tal como me educaron a mí, en el sentido de que si no ganaba, pero me había esforzado, había luchado y había sido competitiva; ese esfuerzo valía muchísimo la pena y no tenía por qué sentirme mal.

    Y por supuesto eso no equivalía ni por asomo a ser un flojo ni un blandengue.

    Yo lo siento mucho, pero cada vez que siga jugando al parchís, dominó, cinquillo o lo que sea (ya veis que lo mío no son los deportes de riesgo y de mucho esfuerzo) seguiré queriendo ganar. Pero que si no gano también habré disfrutado mucho de un buen rato de risas acompañada de buenos amigos. 

    Eso de por sí ya es un lujo y el mejor premio que se puede tener. Al menos para mí que fui a un colegio en donde se premiaba el estudio, la superación y la buena conducta, con notas, calificaciones para que las devolviéramos firmadas por el progenitor, y …… asombraos… no lo vais a creer, con hasta con bandas de colores y coronitas a las mejores. 

    Palabrita del niño Jesús, que no fui ni más ni menos la que tuvo ni bandas ni corinitas ni las mejores notas, y os doy mi palabra de honor que nunca en mis años de colegio me sentí frustrada. Únicamente castigada y amonestada cuando lleve a casa dos boletines de conducta de color negro….

    Evidentemente obvio es decir que el negro era la peor calificación, y antes del negro iba el gris, antes el marengo… y así hasta el color celeste celestial que no recuerdo haber sacado muchas veces. 

    Jo…qué preciosos años y con qué felicidad y poca frustración los recuerdo…..

    Este texto quiere rendir homenaje a la labor de todos los docentes, su paciencia, su cariño y su vocación. Sin su ayuda, la labor de nuestros padres no hubiera sido posible. Gracias por ser su refuerzo y continuidad y por enseñarnos tantas y tantas cosas buenas.


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