• La mano que mece el mando


    Más chulos que un ocho
    No puedo entender a las mujeres que siempre se quejan de que en su casa sólo se ve en la tele lo que el hombre quiere, y que a nosotras no nos queda más remedio que leer un libro, resolver un sudoku, irnos a otra habitación, hacer ganchillo (la que me lo dijo la pobre hace siglos que peina canas) o aguantarnos, cual sumisas: esposas, amantes, parejas, hijas, hermanas, huérfanas de madre, o lo que se tercie, cuando hay un hombre en casa.

    No me gusta hacer distinciones entre hombres y mujeres, y en este caso pienso que las que se quejan son porque no saben dialogar. Y me niego que el poco rato que se pueda pasar en familia se pase cada uno en una habitación cual zulúes.

    Que el hombre por naturaleza siempre tiene el mando en la mano, reconozco que es cierto. Pero también hay que ser honradas y justas. ¿Cuántas féminas se dedican a comprar televisiones, llevarlos a casa, desembalarlos, ajustarlos, programarlos, codificarlos, y así miles de operaciones que para mí personalmente son odiosas e incomprensibles? Creo que la mayoría delegamos en ellos tan ipso facto, como si nos invitaran a asistir a las tan esperadas y divertidas reuniones de la comunidad de propietarios.

    Y ¿cuántas veces no funciona la tele o cualquier electrodoméstico en casa y esperamos cual perro a su amo la venida del homus erectus para que nos solucione la papeleta? Así que es justo que mezan el mando como si fuera de su propiedad.

    Dicen que, hablando se entiende la gente, así que en casa establecimos día y hora para debatir tan importante tema de convivencia armónica familiar, y como personas civilizadas que somos así lo resolvimos. No voy a negar que al principio hubo alguna discrepancia, pero después de algunas horas de debate a varias bandas, se llegó a un perfecto consenso.

    La discrepancia es que el pater familia opinaba que una película de las que me gustan a mí, tipo “Memorias de África”, valía por dos veces elegir él, pues además de no gustarle, encima emocionalmente se descomponía de pena viéndome llorar a moco tendido, (frase políticamente correcta pero de veracidad un tanto sospechosa, pues más de una vez he oído mientras yo estaba sonándome los mocos y limpiándome las lágrimas, alguna carcajada ahogada salir de su boca) pero bueno, admití pulpo como animal de compañía pues también hay que saber ceder. Y también por consenso se llegó a la conclusión de que la película que cualquiera elegía si se había visto ya cinco veces, por ejemplo en mi caso Espartaco, Lo que el viento se llevó, Sonrisas y Lágrimas, etc,  y en el suyo, La Roca, La jungla de cristal 1, 2, 3, 4, 5, 6 ,7 y las sucesivas, se pasaban dos turnos.

    Los hijos no cuentan pues ya se escaparon a media sesión de investidura, viendo el panorama del gusto de sus progenitores argumentando por cierto, débiles excusas. Cualquier intento de aproximación por su parte, se ha venido abajo en más de una ocasión, por ejemplo el miércoles pasado, cuando observaron incrédulos cómo veíamos extasiados una película en blanco y negro, del oeste y encima con John Wayne y James Stewart de protagonistas, y nos confesaron que les sonaba la cara pero no sabían quiénes eran. Qué juventud, Señor!!!.

    Pero ayer hubo un poco de rifirrafe. No me tocaba elegir a mí. Y se eligió una del Sr. Spock, de Star Trek. Y entonces me planté, pues en las elecciones democráticas habíamos tocado muchísimos puntos, y en este caso el más parecido era: película de naves espaciales, con tres estrellas o menos, de calificación en periódicos: dos turnos. Pero la de anoche, era infumable. Debía ser del año del catapún chim pún, hablaban de la Flota Estelar y había unos personajes feísimos llamados algo así como “klingons”. Aguanté estoicamente hasta el final. Antes pasé por la fase bostezos; seguida de la fase apoyo cabeza en almohadón lateral, y finalmente un par de momentos de fase “rem” (con pesadilla klingon y mucha angustia incluida) interrumpida con la frase de “te estás durmiendo”. Nooooooo!!! Por Dios!. Cómo se puede dormir alguien con película tan glamurosa y fantástica fotografía.

    Así que me debieron ver mi cara de sufrimiento y conseguí al final de la misma y con argumentos aplastantes: rayas en la pantalla, gente fea a rabiar, falta de paisajes verdes y veintidós más que para no aburriros no voy a relatar, repito: conseguí una semana entera de elección.

    Así que ya tenía preparada mi semana nocturna televisiva y me las prometía felices.

    Pero después lo he estado meditando y he vuelto a llegar a la conclusión de que el único provecho que hoy en día se le puede sacar a la caja tontísima, es poder compartirla con alguien a tu lado.

    En mi caso no voy a ser quien se exponga a quedarme sola por haber elegido entre las siete que tenía pensadas, una tan poco atractiva para cualquier ser humano que haya pasado de la pubertad, incluidos los “klingons”, la que tenía en mente pensada , que no es otra ni más ni menos que “Mujercitas”.

    Esa venganza no se la merece ni el malo de cualquier película.
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