• Mens sana in corpore sano

    Reciclaje subterráneo Palma
    Hay dos “épocas” del año en que las “buenas voluntades” se hacen más patentes.  Una de ellas coincide más o menos con el final de las Navidades.  Y otra mismamente ahora, es decir, cuando el calorcito todavía no se ha ido del todo pero empezamos a necesitar de una “rebequita” y un pantalón que no sea de lino, y vemos que las prendas nos están un poco justillas, es decir, en mi caso, con lenguaje castizo y llano, “parecer algo parecido a una morcilla”.

    Me estoy refiriendo a las “buenas voluntades” de quitarse unos kilos de encima, pues el pantalón de invierno, abrochar, lo que se dice abrochar, puedes, y lo haces, pero respirar….eso ya es otra cosa. En mi caso, esta mañana me he probado ocho pantalones: dos me entraban; otros dos han ido directos al contenedor rojo de “Cáritas” y los cuatro restantes, tengo dos posibilidades que he meditado muy concienzudamente.  La primera, y la más práctica, “el imperdible de mi madre” es decir, el que me quedé yo sin consultar a ninguno de mis hermanos…. –algún día lo confesaré- y que me va tan bien cuando un pantalón te está un “poco” ajustado y en lugar de intentar por todos los medios abrochártelo y no respirar, optas por coger el imperdible milagroso (sus medidas son cinco centímetros de largo) y haces cual Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, un puente entre el ojal y el borde de la cinturilla contraria y os aseguro que después de una cena copiosa te acuerdas con agradecimiento supino de la madre que te parió y de las buenas ideas que te sugirió, y el buen rato que estás pasando sin agobios y pudiendo respirar con normalidad gracias a su ingenio.

    La segunda pasa sin lugar a dudas por “dieta” y “gimnasio”. Y me pregunto y pregunto: ¿Hay algo más aburrido que un gimnasio?  Por favor, lo he intentado en tres ocasiones y hasta en las dos primeras me compré todo el equipo chulísimo.   La tercera ya tiré directamente de lo que pude pues era una situación extrema (Invitación a boda no anunciada con la mínima antelación que cualquier protocolo que se precie dicta, y por lo tanto no tener más remedio que ir tipo Demis Roussos). 

    Allí me iba yo con mi camiseta blanca, mi pantalón pijama (no tenía nada más) y mis bambas (las guardaba de mi época moza) al gimnasio de enfrente de mi casa.  Lo primero que se me ocurrió practicar fue la máquina de correr o la “cinta”.   Pero cuando fui a ella, resulta que las han puesto en el escaparate del gimnasio.  Es decir, yo estoy hecha una birria, con mis michelines marcados y con la lengua “pa afuera” y me tiene que ver todo quisqui….. Ni pensarlo! Se nota que en la mente lúcida que ideó lo entretenidos que estaríamos corriendo en la cinta y viendo pasar a la gente, no cayó en la cuenta en las carcajadas que soltarían los transeúntes viéndome de esa guisa, y ya no os digo si pasa un japonés con su cámara.

    Así que opté por otras máquinas.  Pero no duré más que diez minutos en una bici.   Vaya aburrimieeeeeeento, qué rooooollo!! Pedalear sin poder hablar con nadie y viendo una tele sin sonido.  ¿Para qué co…ponen las teles sin sonido? Pero después de cinco minutos de peladear ya sé por qué.  Total para qué puñetas te van a poner sonido si lo único que vas a oír pedaleando después de cinco minutos son los latidos de tu corazón y los jadeos.  Anda ya!!!”. 

    Volví un día más por prurito propio y para no decir a la familia que había tirado la toalla; dos días más me fui a dar una vuelta vestida de esa guisa por los alrededores del Paseo Mallorca, y al quinto día ya no pude más de dar mil vueltas, no dije nada y me quedé en casa tan a gusto.  Dado mi historial repetidor de gimnasios y dado que según qué tipo de preguntas espinosas no soy la más dulce del mundo;  en casa nadie me preguntó por mis avances y todavía no hay quien se atreva a mencionar la palabra “gimnasio”.

    Después de mis fracasos, fruto únicamente de mis erróneas expectativas de “qué diver y guay debe ser ir a un gimnasio”,  ahora estoy en la fase “ensaladas” y pienso lo mismo: Según la Wikipedia (ya no sé vivir sin ella) la ensalada es “principalmente un plato frío con hortalizas mezcladas, cortadas en trozos y aderezadas”, o lo que es lo mismo…otro supino aburrimiento de comida y parecido a cual vaca en un prado verde.  Pero bueno, al menos en este caso siempre tengo la suerte de tener al lado o enfrente, alguna persona con la que disfrutar de su conversación, mientras me deleito con tan suculento, variado y apetitoso manjar.

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