• La buena educación


    Retrato de familia de Matisse
    Al contrario de hace dos semanas, ésta no ha sido mi “semana amable”. He tenido en muchos momentos que morderme la lengua por no soltar algún improperio. Pero antes de hacerlo me acordaba de algunos buenos consejos que recibí de mis mayores y que tantas veces he agradecido. Uno de ellos era el de “la buena educación”, es decir, no insultar ni ofender a nadie, ni aunque se lo merecieran bien merecido. Pero en los momentos cruciales me venían a mi boca algunas palabras malsonantes que se resistían por salir de mi boca.

    Y después de una semana de tan buena educación que se ha traducido en mal humor en casa, no hacer como tocaba bien mis deberes de English, no concentrarme y despertarme a horas intempestivas, veo anoche en mi teléfono una publicación de un contacto de Facebook, que se titula:
    Sea usted damisela o caballero aprenda a insultar con esmero”.

    Llamándome la curiosidad lo leí íntegramente. En él venían insultos a la vieja usanza impresos en preciosas obras de arte. Si algo me llama la atención es la pintura. Por lo que se juntaban en ese preciso momento dos componentes muy importantes. La frustración de haberme tenido que aguantar insultos tan vehementes como “ca……, hi….de pu….., tonto del bo….., ridícu….., imbec….., lame cu……" , etc, con obras de autores como Velázquez, Millais, El Greco, Caravaggio, Ingres, etc,. A esas horas, “miel sobre hijuelas”. 

    Así que desvelada cual estaba y con la mente despierta (de madrugada, y con una cabezadita de dos o tres horitas, la mente está en su punto álgido de memoria, lucidez, clarividencia, etc.) me puse a memorizar todos los insultos que allí estaban contenidos. Con lo cual, como si de contar ovejitas se tratara, me quedé dormida al décimo insulto. Ah….!. Y me desperté como si hubiera dormido diez horas seguidas. Qué gusto dar dormirse con buen sabor de boca de tantos bonitos insultos!. 

    Así que la próxima vez que me tropiece con mi vecina Carmen (la nombro pues supongo que hay muchas Cármenes en mi calle; distinto sería si se llamara Facunda, Agapita o Saturnina como mi tía abuela que por desgracia nació el día de ese santo, que seguramente era un bendito pero a nombre feo se llevaba la palma), me va a oír. 

    Hecha esta importantísima aclaración continuo. Mi vecina de calle, Carmen es una mujer que sólo tiene una misión en la vida: criticar. Y criticar a la juventud. Todo lo que hagan y lleven está mal. Tatuajes, vaqueros gastados, agacharse y que se les vea el tanga a las chicas y sobre, lo que más rabia me da, es cuando vaticina cual “Casandra”, que seguro que hace tiempo que“ya lo hacen”. Yo le digo una y otra vez (cuando ya no puedo esquivarla) que son buenos chicos, que es la moda y que seguramente son mucho más sanos y abiertos que nosotros a su edad, de lo cual me alegro soberanamente. Pero ella dale que te pego. Y yo a estas alturas de curso y más cuando acabo de salir del dentista y a punto estoy de estallar, me sigo mordiendo la lengua anestesiada todavía, y procuro darme el piro.

    Pero mis desvelos nocturnos han servido para algo. Ahora cuando me la encuentre (si no la puedo volver a esquivar) y a la primera que me suelte, le contesto.. “Pero Carmen no seas “Carcunda”, “Tragasantos” y “Bultuntuna”. Y estoy convencida con lo presumida que es de culta y puesta, se quedará con los ojos a cuadros y me dirá que se va porque tiene prisa. Y yo me voy a quedar tan pancha y muy desahogada, pues sin que ella se entere la acabo de llamar “retrograda”, “meapilas”, “santurrona”, “tonta de narices” y alguno más gordo. Y lo mejor es que al llegar a su casa (veinte números para arriba) ni se acuerda del primero. Y ese día voy a dormir a pierna suelta, os lo prometo.

    Y otro que tal baila; al cursi del marido de una conocida (tanto el nombre de él como el de ella son singulares, así que mejor no darlo), que cada vez que te lo encuentras ya sea sólo o en compañía de otros, te mira de arriba abajo y te dice exactamente lo que no pega, lo que llevas mal, las ojeras que tienes, las arrugas que te han aparecido, etc, etc.!! 

    Que te diga que el pantalón no pega con el bolso, se lo perdono. Que el pelo que te has cortado hace dos días con tanta ilusión y te ves estupenda, te queda horroroso de la muerte, eso, se lo perdonas también con muy buena voluntad. Pero que te suelte que estás más gorda….eso son palabras mayores. Te tienes que contener expresiones muy muy fuertes (para poneros un ejemplo, teniendo diez años llamé a mi madre tonta porque supongo me no me dejó hacer algo. Eso me costó la paga de dos semanas; charla con mi padre y una semana sin salir….. es decir dos semanas sin salir pues la segunda al no tener paga y con la edad que tenía, mis salidas a comprar chocolatinas, pipas y más necesidades imperiosas y tan vitales, se vieron truncadas drástica y cruelmente). Así que a contenerme, sea por comer una chocolatina, un caramelito “saci” o un “boni” o “bucanero”, estoy más que acostumbrada y eso deja huella de por vida. 

    Pero la próxima vez que lo vea, le soltaré que es un “Bultuntún”, un “Fantodo”, un “Petimetre” (eso le sonará más) y un “Zurumbático Mamerto”. Y con eso le habré llamado, tonto, lelo, atontado, de pocas luces, que habla sin ton ni son, ridículo, groteso, postureador, gilipollas y alguno más fuerte. Y también me quedaré tan pancha y conociéndole como a la anterior, lo presumido que es, también se dará el piro y se pondrá a buscar en el diccionario. Si es capaz, que lo dudo de recordar uno solo, tendré la suerte de que no se me pare a hacerme la radiografía la próxima vez. Qué alivio. 

    Y por si encontráis alguna vez algún “salidillo o salidilla conocido/a” de eso/as que te miran con ojitos de arriba abajo y te sueltan alguna prenda que intentando que sea de tu agrado, producen todo el efecto contrario, ni se os ocurra soltadle insultos como “Casquivano/a”·, “Crapuloso/a”, “Verriondo/a”, o “Mangurrián/na“. En estos casos yo soy partidaria de soltarle los que todos pensamos, que son de toda la vida y se entienden a la primera sin necesidad de traductor ni diccionario. Al soltarlos, no quedaremos cual damisela o caballero, pero eso sí, nos quedaremos desahogados durante mucho mucho tiempo. Y es que hasta ahí podíamos llegar con “la buena educación”.

    Retrato de familia de Matisse (Museo del Hermitage, San Petersburgo).




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