• La era de las incomunicaciones

    Pantallas para comunicarnos

    Se dice que estamos en la era de las comunicaciones. Nunca hasta ahora hemos tenido tan a mano una tecnología que nos proporciona de una manera tan increíble, las herramientas necesarias para estar conectados los unos a los otros, aunque nos separen cientos o miles de kilómetros. 

    Ya quedó casi en el olvido las felicitaciones navideñas. En casa recibí las navidades pasadas dos, y eso porque tengo una hermana mayor muy tradicional. Casi cuando las saqué del buzón, hasta las besé de la emoción que me causó ver dos cartas con mi nombre escrito a bolígrafo y con un sello de colorines pegado con la lengua. 

    La ausencia de más felicitaciones me hace recurrir desde hace unos años a las que tengo guardadas en un cajón, para que las dos que recibo no queden las pobres todas tristes y solitarias en mi chimenea, que muchos años antes se llenaba hasta casi no caber, de tan bonitas y coloridas postales.

    Ahora con un simple texto y con unos emoticonos de arbolitos, papás noeles, etc, puedes con un solo clic felicitar a todas las personas que tengas en un chat. Qué cómodo no?.

    Pues qué queréis que os diga. Que será todo lo cómodo que sea, pero a mí no me gusta pues me parece muy impersonal. Así que llevo ya algunos años, mandando de uno en uno personalizado y pensando a la persona que se lo mando, todos los mensajes navideños o de Pascua. Pues aunque en general se desee felicidad para todos, cada amigo o cada persona a la que se lo envío tiene sus circunstancias personales, ya sean alegres o tristes, que me hacen sentir que tengo que ponerle algo más directo y cálido. 

    En casa me dirían que con tal de enrollarme no me basta con mandar un texto igual para todos. Pero como dice la canción, Soy así, qué le voy a hacer!!.

    Pero esta semana pasada he estado unos días en un bonito hotel de la isla, muy grande, con muchos turistas casi todos extranjeros y con muchas familias, y he llegado a la triste realidad que ‘la conexión nos desconecta’ y que el uso de los smartphones, tablets, móviles, etc, hace, que a pesar de estar acompañados, estemos solos.

    Y por qué digo esto. Porque observando a familias compuestas por padres e hijos, e incluso por algún abuelo o abuela (no muchos, pues casi todo eran niños pequeños) , veía por ejemplo a la hora de comer dos parejas de padres comiendo en una mesa y al lado en otra mesa habían dejado a sus cuatro hijos, de entre unos cinco a ocho años. Cada niño tenía en su regazo o encima de la mesa una tablet y jugaban con ella, de vez en cuando cogían una patata frita o daban un mordisco a la hamburguesa para seguir ipso facto con su dispositivo. Los niños que compartían esa mesa, no hablaban entre ellos. Casi todas las mesas con niños se repetía el mismo patrón, estuvieran o no acompañados de padres.

    Los mayores no se quedaban atrás. En las cenas tipo bufet, se podía ver tanto a parejas jóvenes como no tan jóvenes mirar con asiduidad el móvil e incluso con los dos deditos, chatear. Qué habilidad tienen para escribir. Caramba. Con lo que me cuesta a mí escribir un simple texto de tres líneas. O tengo los dedos más gordos que los demás o hay algo que no me cuadra pues lo hacen a una velocidad increíble.

    El colmo de mis visiones del hotel fue por la noche en el piano bar después de la cena. Estuvimos un día tomando una copa y la mayoría de las parejas o amigos estaban todos mirando algo del móvil, mientras escuchaban al pianista interpretando melódicas canciones.

    Es por ello que he llegado a la penosa conclusión de que avanzamos mucho con las nuevas tecnologías, pero que el uso inadecuado de ellas nos está dejando solos, a pesar de que estemos rodeados de gente. Estamos perdiendo la comunicación.

    Por eso, a la vista de mis días de descanso que me han hecho ser observadora, sin pretenderlo, de estas ‘incomunicaciones en la era de las comunicaciones’, me he hecho el firme propósito de apagar y desconectarme por completo de la tablet, del móvil o cualquier otro bichillo, cuando vaya a cenar (más o menos a la hora del telediario) y estar junto a las personas que quiero y disfrutar de su compañía. Aunque no hablemos y simplemente miremos una película o leamos un libro. 

    No quiero que gracias a esas modernas y prácticas tecnologías y a su mal uso, me separen de esas personas tan queridas, años luz de incomunicación pura y dura. Qué penita me daría.
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