Estuve, ya hace diez años, en Estocolmo sólo un día, y me había quedado con ganas de conocerla mejor pues aquel día dio para mucho, pero no para todo lo que yo quería ver.
Así que nos embarcamos rumbo a Estocolmo. Había que pasar por lo menos tres noches, para ver lo que me quedaba pendiente.
Como siempre elegimos un hotel céntrico, desde donde pudiéramos ya fuera en autobús, metro e incluso a pie, llegar a todos lados.
Me volvió a gustar muchísimo pasear por su centro histórico junto a mis compañeros de viaje. Disfrutamos de sus estrechos callejones, y de su típico suelo adoquinado, así como ver y hacernos fotos en la calle más estrecha de Estocolmo, que tiene, según nos dijeron, una anchura de 90 cm.
Sus tiendas tienen mucho encanto, y el precio ‘también’. Estocolmo es una ciudad cara, tanto en souvenirs, como en restaurantes y alojamiento.
Ese día tocaba ya descanso, cenar algo ligero pues al día siguiente nos íbamos al Museo Vasa, que era una de mis visitas pendientes.
Allí llegamos con suerte de que casi no había cola (a la salida llovía a cántaros y la cola ‘a groso modo’ para entrar era de más de 1 kilómetro).
Impresionante todo lo que se pueda contar. No sólo por ver el estado de conservación del barco, sino por apreciar todo lo que rodea al mismo y la recreación exhaustiva que han hecho de toda esa época.
De cómo se hundió, cómo se construyó e incluso de los esqueletos de los 30 cuerpos que no pudieron salvarse, a partir de su calavera, formar su cabeza de cómo debía ser en su estado original, lo que pesaba, y medía el desafortunado sujeto en cuestión, etc. Me llamó muchísimo la atención; no tiene desperdicio.
Nos resumieron que el Vasa se construyó entre los años 1625 y 1628 para ser el mayor barco de guerra de Escandinavia. El constructor de origen holandés tuvo que ir haciendo algunas modificaciones, como poner un puente extra de cañones y otras más que ‘le iban exigiendo’ por lo que para equilibrar el barco llenaron su fondo a modo de lastre con 120 toneladas de piedras.
Resultado de ello fue que en su viaje inaugural, el domingo 10 de agosto de 1628, tras recorrer menos de un kilómetro, y debido a su inestabilidad, un golpe de viento hizo que se hundiera y tres siglos después, reflotado y convertido en barco museo.
En estas fotos podemos apreciar el trabajo minucioso de la popa, proa y detalles impresionantes del mismo.
En esta foto, aunque no se aprecia, se puede observar los tres pasos
del escoramiento del barco antes de su hundimiento
|
Lo increíble es cómo se ha podido recuperar por completo toda su estructura, sus tres velas (estaban plegadas cuando se hundió) utensilios, cajitas, muebles, objetos y como he dicho antes, los esqueletos de los 30 tripulantes de los 200 que había, que no sobrevivieron.
Realmente la visita es espectacular y sobrecogedora y cuando salimos llovía a cántaros, así que no había más opción que paraguas y buscar algún sitio para comer. Nos habían recomendado un sitio por lo visto estupendo llamado ‘Solidden’, relativamente cerca y allí nos acercamos, pero fue imposible entrar pues estaba en lo alto de un parque privado y con la lluvia no era cuestión de jugárnosla.
Por la tarde paseo por la ciudad moderna. Estuvimos en las avenidas principales y disfrutamos de vistas extraordinarias dando una caminata larga hasta el Palacio Real, y cruzando la cantidad de puentes que hay, justo cuando se estaba poniendo el sol. Una maravilla.
Cena en un buen restaurante de comida típica y no tan típica sueca, pero buenísimo y cosa rara, a buen precio y a prepararnos para el día siguiente la visita al Ayuntamiento.
El Ayuntamiento, sede del Gobierno local, a pesar de la sobriedad del edificio vale la pena visitarlo. Tuvimos además la suerte de que coincidimos con una visita guiada en ‘castellano’.
Me llamó mucho la atención la llamada ‘Sala Azul’ que de azul no tiene nada y es la que se emplea en el Banquete anual de los Premios Nobel y sobre todo su impresionante órgano, el mayor de toda Escandinavia.
También disfrutamos mucho escuchando en el Salón de Plenos, lo que nos iban contando y disfrutar del entramado de su cubierta y la disposición de los asientos con ventanas con vistas extraordinarias.
Después visitamos la Sala Dorada, que está toda llena de mosaicos de oro y de estilo bizantino. No me gustó nada tanto boato, pero la verdad es que es espectacular el trabajo allí expuesto, aunque de un dispendio exagerado.
A la salida y en la zona sureste del mismo se encuentra la Torre monumental coronada por las tres coronas, que en su día eran el símbolo de la ciudad. No pudimos acceder a ella pues las visitas estaban ya completas. Se sube en un ascensor y de allí creo que hay después unos cientos de escalones. Pero las vistas deben ser extraordinarias, como lo es, a la salida de la visita acercarse al mar y disfrutar de las arcadas con el césped y las personas tumbadas, tomando el sol, sacando fotos y como nosotros contemplando ese día espléndido.
Y ahora después de esta visita, una comida rápida,y a coger el Ferry hacia Riga. Nunca creí que pudieran caber tantas personas en un ferry, que me imaginaba como un barquito de Balearia!
Mis tres queridas Anas, maravillosas compañeras de viaje |
Riga, capital de Letonia está considerada, la capital cultural del Báltico
El trayecto dicen que duró 14 horas y pico, pero es un dato que no podría asegurarlo bien, pues cuando empezó a moverse el barco, me fui directamente al camarote (un entramado de cientos y cientos de puertas) y me tiré literalmente en la cama sin ni siquiera desvestirme pues me las veía venir).
En esa ocasión me acordé de mi querido ‘Hergé’ (soy desde pequeñita, que los Reyes Magos me traían cada año, al igual que mis hermanos, un ejemplar de Tintín, una admiradora y entusiasta de tan visionario y según leí su historia, peculiar persona).
En su libro titulado ‘La Estrella Misteriosa’, van varios sabios a buscar un meteorito que ha caído en un lugar creo que del Polo Norte.
La travesía es tan horrible, que sale una viñeta en donde dos sabios están en sus correspondientes literas, y el de arriba, empezando a marearse y que se le veía que estaba todo amarillento, le pregunta a su compañero de litera de abajo: ¿le importa si abro un poco la escotilla? Y el de abajo, al cual se le ve la cara completamente verde, le contesta: ¡Haga lo que quiera, pero déjeme morir!
Pues cuando uno se marea en barco, ya poco le importa. Menos mal que la entrada a Riga también duró más de una hora y el mar estaba calmado totalmente. Disfruté mucho del ‘gran desayuno bufett en el barco, del que di buena cuenta, ya sin mareo y con un estómago vacío por completo!
La salida de Estocolmo en el Ferry viendo todas las islitas que hay, es algo que no hay que perderse y como el mar estaba calmadísimo, pude disfrutar de hora y pico sentada y compartiendo vistas con mi querido grupo. Una maravilla.
Llegamos a Riga sobre las diez de la mañana. También la entrada en esta medieval ciudad, situada a las orillas del río Daugava, no tiene desperdicio.
Riga, capital de Letonia, tiene una historia impresionante ya que fue durante muchos siglos la única vía de tránsito en la región entre el este y el oeste, debido a su estratégica situación en la desembocadura de dicho río.
Llegada a Riga vista desde el camarote
|
Sus puentes cobraron en su día vital importancia, a pesar de que las sucesivas guerras y sobre todo en la segunda guerra mundial, sufrieron todo tipo de desperfectos.
Hoy en día lo primero que ves al llegar a Riga es esta foto que os adjunto y que fue tomada desde el camarote.
Mi visita de tres noches a Riga me encantó. Nuestro hotel elegido por mi querida Chipi, no podía estar situado en mejor situación. Justo en el centro medieval de la ciudad.
Situación del hotel en Riga |
Riga además de no cansarte de patearte todo su centro medieval, presume de tener la mejor arquitectura modernista del Báltico. Recorrer desde el casco medieval, pasando por unos jardines espectaculares, la ciudad hasta llegar a su ‘Art Nouevau, es un paseo largo pero merece la pena.
Ah, eso sí, os advierto. El adoquinado de su casco antiguo es precioso, pero sólo está hecho para zapato deportivo o plano. Olvidaros de tacones y otras fruslerías. Hay que ir cómoda para patearlo a conciencia.
Los jardines son magníficos y cuidados con esmero. Llenos de puentecitos y un descanso en todos los sentidos. Bueno en mis pies… no tanto, pues ya empezaba a quejarme un poco al grupo de que él ‘Art Nouevau’ estaba un poco lejos. Me dijeron que no… que no fuera quejica, que enseguida llegábamos.
Os mando unas fotos de los jardines y la verdad es que son preciosos.
Jardines de Riga |
Llegamos al barrio de arte modernista y os puedo asegurar que lo pateamos bien pateado y disfrutamos mucho de sus fachadas, de las cuales os adjunto alguna foto
A la vuelta (12 kilómetros de patearnos la ciudad, que valieron la pena) un poco de descanso y a ver la vida de Riga centro al atardecer.
Riga es una ciudad amable, con un ambiente por las tardes y noches impresionante, pero que no te agobia. Allí no ves personas pidiendo por las calles, ves gente tranquila, muchos turistas, pero disfrutando de una ciudad, catalogada como la capital cultural del Báltico. La verdad es que para mí ha sido un descubrimiento increíble.
Está llena de terrazas de bares y restaurantes, puestos con un gusto muy bonito y con un servicio esmerado y con ganas de agradar en todos los sentidos.
Disfrutamos las tres noches que estuvimos allí, tanto de cenar tranquilamente en el restaurante del céntrico hotel que estuvimos, como en la plaza de mayor bullicio de la ciudad, llena de esculturas de arte moderno, con música, baile y un ambiente impresionante que en ningún momento te agobiaba.
Si un día vais, por favor apuntar alguna cosita que yo disfruté muchísimo:
1.- Ir en un trenecito que recorre todo el casco antiguo con cascos en castellano que te van explicando todo lo que ves:
2.- Pararte a contemplar la casa de los tres hermanos: puro ejemplo de la arquitectura medieval letona. Una casa, la del hermano mayor fue construida en el siglo XV, la segunda (el hermano mediano) en el XVI y la última parece que en el XVII. Eso nos explicaron y os mando una foto. Son las más antiguas de Riga.
3.- Pararse enfrente del Edificio del Ayuntamiento, y al otro lado encontrarás la llamada ‘Casa de la Hermandad de los Cabezas Negras’. Me chocó el nombre y me explicaron que allí se reunían comerciantes y negociantes ‘solteros’ y como éstos escogieron a San Mauricio como su patrón (que según la tradición tenía el pelo negro, pero negro negro negro), se quedó así con ese nombre.
Suplico que si alguien se sabe mejor la versión o se da cuenta de que me contaron un ‘cuento chino’, en la sección ‘comentarios’ agradecería muchísimo la versión auténtica.
Sea lo que sea me gustó mucho la plaza y os mando una foto tomada desde el trenecito que nos condujo al grupo a la misma.
4.- Visitar, ya que está cerquísima de todo el Centro, la ‘Catedral de Riga’. Allí sólo os mando unas fotos para que veáis el descanso que puede suponer estar una horita paseando tanto dentro, como más fuera, con un patio que es un auténtico lujo descansar en él unos buenos minutos.
5.- Hacer una parada en la Casa del Gato negro. (Debe ser importantísima pues yo, coleccionista de imanes, me encontré con un montonazo de imanes de gatos negros, solos o acompañados, subidos a la casa, o haciendo caritas), pero el caso es que me dije: ‘Tengo que encontrarla’. Y la encontré y no sólo, como veréis en la foto que saqué había un gato, sino que vi a dos……. ¡Ay que trampas nos ponen a veces tan tontonas!....
Así como también permitirte hacerte fotos un poco particulares y especiales:
(tocando la escultura de los Músicos de Bremen)
(una parada para volver a la época de los playmobil)
(bajo la lluvia en una frutería típica)
(parada en casas con encanto)
6.- Y para mí, lo más importante de un viaje, es ir con la mejor compañía. En mi caso la tuve con creces. Permitirte hacer el ganso en alguna ocasión. Disfrutar a tope, de las mañanas, tardes y noches y tener siempre ganas de descubrir nuevas cosas; todas las maravillas que los viajes nos puedan ofrecer. Y encima que todo salga redondo y no hayamos tenido ninguna contrariedad, vuelos buenísimos, hoteles estupendos, céntricos, trato amabilísimo y una vuelta de 4 horas de vuelo Riga/Madrid, que por lo visto fue movidita pero con una buena siesta ni me enteré.
En mi caso, ha sido un lujo y poder realizar este viaje con las personas más maravillosas del mundo. Gracias Ana, Chipi, Elena, José Carlos, Ana María, Héctor, y a nuestra alegría, el más paciente, el más comilón y el que con más ilusión vivió todo, nuestro precioso Pau.
(la única foto que logramos hacernos los ocho el último día de estar todos juntos )
(la única foto que logramos hacernos los ocho el último día de estar todos juntos )
Os mando unas cuentas fotos de momentos divertidos y disfrutados a tope, del viaje:
(una terraza preciosa para un descanso)
Y ya para terminar comentaros que si vais a Riga, es una de las capitales más baratas del Báltico y tiene uno de los zoos más impresionantes que os podáis imaginar. Además de una excursión al Museo étnico de Letonia en donde una familia con niños podréis disfrutar de un día entero viendo cómo vivían los antiguos Letones, sus cabañas, y pasearos rodeados de un entorno impresionante.