Hace unos meses estuve en Lisboa cuatro días. Aunque como siempre me faltaron días para ver todo lo que me apetecía, creo que son suficientes para conocer lo más principal de esta bonita ciudad.
Hicimos Palma-Madrid, Madrid-Lisboa, con el tiempo justo de bajar del avión y subir en otro. En este caso, al ser dos compañías diferentes, no me quedó más remedio que hacer milagros en lo que a la maleta se refiere, lo metí todo en una de cabina pues si teníamos que recoger y volver a facturar perdíamos una mañana o una tarde de poder visitar todo lo que teníamos en mente que no era poco.
Elegimos un hotel céntrico, como solemos hacer siempre que vamos pocos días a una ciudad. Tiene unas ventajas increíbles. El nuestro estaba justo al terminar la Avenida da Liberdade casi pegado a la Plaça dos Restauradores. Un hotel de cuatro estrellas con oferta, una habitación que daba a un jardín vertical, muy tranquilo y muy confortable.
Lo primero que hicimos después de tomar algo ligero en un restaurante para turistas, pero muy digno y con calidad en la Plaza dos Restauradores, fue coger el famoso tranvia 28 que nos llevó al precioso barrio de la Alfama. Nos dejó cerquísima del Castelo de sào Jorge, con sus inmejorables vistas y sus preciosos jardines, y allí hicimos nuestra tranquila y bonita visita.
Después de visitar el Castelo, empezamos a recorrer las callejuelas que conforman este característico y entrañable barrio, disfrutando de cada rincón y dejándonos llevar por sus cuestas, y haciendo un alto en el Mirador de Santa Luzia para admirar las increíbles vistas que desde allí se divisan del rio Tajo. El mirador tiene unos azulejos preciosos y muchísimo encanto.
Luego seguimos el recorrido del tranvía hasta dar con la Catedral, la Sé, con su estructura típica del trazado románico, sus dos torres gemelas y su rosetón en forma de pétalos de flores. Una visita rápida y seguimos caminando hasta llegar a la famosa e impresionante Plaça do Comercio, acercándonos a saludar allí mismo al río Tajo, que no veía desde que estuve en Toledo, ya que bajando unas escalinatas puedes tocar casi sus aguas. La plaza está siempre muy concurrida y allí están situados todos los Ministerios y edificaciones gubernamentales.
Una vez vista subimos hacia el hotel recorriendo una de las avenidas más famosas de Lisboa, la Rua Augusta (situada en el centro de las calles que conforman una cuadrícula, construidas por el Marqués de Pombal a raíz del terremoto de 1755 y siguiendo una estructura racional.) que va a parar directamente a otra las plazas más importantes de Lisboa, la plaza del Rossío, donde ya empezaba a haber un gran ambiente. Me gustó mucho. Así que una vez llegados al hotel, un ratito de descanso y tocaba ir a cenar.
¿Qué es lo más típico que podéis cenar (o comer) en Lisboa? Indudablemente su famoso Bacalao. Para ello, mis queridos amigos Marta e Yves, que tan buen conocedores son de absolutamente todo Lisboa, nos habían recomendado, entre algunos más, uno de los lugares que para ellos es donde se come el mejor bacalao. No nos recomendaron nada mal... pues pudimos disfrutar de diferentes especialidades de bacalao, a cual mejor. No es un pescado que me apetezca pedir nunca, pero allí disfruté muchísimo y me reconcilié con él. Y es que de pequeña en casa todos los viernes fueran o no de Cuaresma se comía pescado y si además estaba nuestra querida 'Antonia', una señora que iba a ayudar a mi madre con la costura, y le volvía loca el bacalao, no nos escapábamos de 'albóndigas de bacalao', 'arroz de bacalao', y demás especialidades que ojalá hoy supiera hacer.
Tuvimos en los postres una sorpresa: nos invitaron a bajar al piso de abajo donde se estaban cantando fados. Qué bonito fue. Un día agotador pero perfecto en todos los sentidos.
Al día siguiente lo tenía bien claro: quería ir a ver la famosa Torre de Belém y sus alrededores. Para ello hicimos algo práctico. Y es que como 'se nos habían pegado las sábanas', decidimos coger un taxi. Valió la pena. Los taxis en Lisboa son baratísimos y compensan sobre todo si somos cuatro personas. Nos dejó en la mismísima Torre con un día precioso. Después de visitarla y hacernos las fotos típicas y acercarnos al monumento llamado Padráo dos Descobrimentos, que da un soberbio y digno contrapunto a la cercana Torre.
Luego nos dirigimos al Museo de la Marina. No es que nos hiciera en principio mucha ilusión pero me lo recomendó mi cuñado Ingeniero Naval, que le había encantado, y no era cuestión de hacer un feo a la familia.... Incluso la persona que no aprecia los barcos ni el mar, este magnífico Museo Maritimo le resultará irresistible. Y es que se nos había olvidado la cantidad de descubridores y Navegantes que salieron de la capital lisboeta y de su tradición marinera. Mereció sin duda la pena.
Pero a mí lo que realmente me hacía muchísima ilusión era el Monasterio de los Jerónimos, cerquísima de allí. Tenía miedo al igual que cuando te dicen que una película es tan fabulosa que después sales y dices... 'pues no era para tanto'. La verdad es que a la salida comentamos que sólo por hacer esa visita creíamos merecía la pena viajar a Lisboa, con dos vuelos de ida y dos de vuelta y con una maleta de cabina en donde la que escribe esta entrada se las apañó haciendo 'auténticos milagros' para meter con riesgo de frío, lluvia y alguna cena 'arregladita' absolutamente todo lo necesario. El monasterio y sus claustros están a la altura del mejor Gótico y Renacimiento de Europa. Yo me quedé enamorada de todo el conjunto y no daba crédito a tanta belleza.
Después de esta maravillosa visita, necesitábamos un alto en el camino. Y qué mejor alto que acercarnos a la mejor pastelería de Belém para comprar y saborear sus famosísimos pasteles en 'la antigua casa dos pastéis de Belém'. Nos asustamos al ver tanta gente esperando haciendo una cola inmensa para entrar, pero al momento yo, inquieta como soy, me metí en el bar/restaurante/obrador y vi que había una fila para tomar algo y comer, y otra exclusiva para comprar los pasteles típicos y allí nos instalamos. Cuando llegamos compré un tubo en donde venían cinco pastelitos recién hechos y además otros cinco para mi hermana gemela que es igual de golosona como yo. Los pasteles son unos redondeles de unos cinco centímetros de diámetro, con una base de hojaldre y rellenos de crema que está quemada en su parte superior. Para más 'inri' te los venden recién hechos por lo que están tibios y deliciosos. No pude resistirme a la tentación de comerme dos en ese precioso instante y fue una delicia de los dioses.
Con los dos pastelitos entre pecho y espalda había que hacer un par de kilómetros, por lo que nos dirigimos a comer al Mercado de Campo de Ourique (Ver aquí), que no es tan conocido como el mercado de Santa Clara, pero sí es un mercado con mucho encanto. Está cerca de la Iglesia y el Jardín da Estrela, antes de pasar por el Cementerio Inglés. Ese Mercado es muy particular. Cuando llegamos los puestos normales de pescado, carne, frutas, etc, estaban cerrados, pero el centro del Mercado lo ocupan semi-restaurantes de todo lo que te pueda apetecer. Desde sushi, a escaparates con carnes de todo tipo que te hacen al instante a la plancha, a mariscos, hamburguesas, vinotecas, bares,etc. o lo que te puedas imaginar. Nos llamó la atención unas hamburguesas con un aspecto de cine. Pregunté y me dijeron el protocolo a seguir: buscas mesa y sillas en el centro (animadísimo) y te acercas a lo que te apetezca. En nuestro caso un par de cañas que nos sirvieron al momento y me puse a hacer cola en la hamburguesería. Allí después de pedir me dieron un especie de círculo negro y me dijeron que me fuera, que el círculo se iluminaría cuando estuviera mi pedido. Así fue, al cabo de cinco minutos empezó a alumbrarse con una luz serpenteante y fuimos a buscar el pedido. La hamburguesa con su cestito de patatas crujientes una de las mejores que he probado en mi vida. Espectacular.
Por la tarde nos dirigimos al Elevador de Santa Justa para conocer el 'Barrio de Chiado'. Desde arriba del elevador hay unas vistas preciosas de toda Lisboa.
Recorrimos durante una buena hora este barrio, uno de los cinco con más personalidad del corazón de la ciudad (el nombre se debe al poeta Antònio Ribeiro que tenía por mote O Chiado, es decir, El Chillón) y junto a la Baixa ocupa la primera de las colinas que suben al oeste hacia el 'Barrio Alto'. Famoso por sus tiendas de lujo y su cerámica de lujo con forma de pez, de las cuales no pude dejar de caer en la tentación de comprar un par para regalar. Como tampoco no pudimos dejar de hacer una parada en el famoso 'Café A Brasileira' y hacernos la foto famosa con el poeta Fernando Pessoa en su terraza.
Por la noche hicimos una parada en un restaurante muy de moda de la ciudad. Y a prepararnos para la excursión del día siguiente que comprendía: Sintra, Cascais, Estoril, Cabo da Norta y la Boca del Inferno.
La excursión la programamos desde Palma y tengo que decir que además de recogernos en el Hotel todo salió perfecto. Sintra es una maravilla e hicimos una primera parada en su Palacio Nacional, después un breve pero intenso recorrido por su casco histórico disfrutando del colorido de sus casas, de unos pastelitos también de crema y hojaldre impresionantes, y de sus callejuelas, tras el que nos dirigimos al Castelo dos Mouros donde la vista es espectacular. Y de allí nos fuimos en el autocar al Cabo de Roca. Nos quedamos con las ganas de visitar la Quinta da Regaleira y conocer su único pozo de iniciación, llamado así porque antiguamente servía para los rituales de iniciación a la masonería.
La parada obligatoria en el Cabo da Roca es una maravilla pues estás en el punto más occidental del continente europeo. Nos hicimos entre otras fotos (la que encabeza este reportaje) la típica con el testimonio de haber estado allí. Fue difícil pues todo el mundo quiere hacérsela y tuvimos que esperar nuestro turno riguroso. Son tonterías pero después te gusta recordar esos momentos.
Bueno, de allí a Cascais con una parada en la 'Boca del Inferno', lugar en el que impresiona ver como el oleaje ha podido crear con su erosión esta auténtica 'boca'. Además como el día era muy ventoso pudimos comprobar in situ la bravura de ellas.
Después de visitar Cascais nos fuimos a Estoril, donde no pudimos hacer más que dos paradas porque el tiempo no daba para más, pero disfrutamos paseando por sus jardines, sus playas y pasando por delante de su famoso Casino.
De vuelta a Lisboa y después de cambiarnos nos fuimos a cenar a un famoso restaurante de la Avenida da Liberdade con unos muy buenos amigos mallorquines, que además uno de ellos, Carmen Galmés, es mi querida colega de inglés de los martes por la mañana y que cuando la vi por la tarde, no daba crédito de alegría. Allí cuando nos vimos cerca de la Plaza de los Restauradores nos animamos a cenar todos juntos. Fue una cena muy divertida y que nunca olvidaré, pues cenar lo que se dice cenar fabulosamente, no lo hicimos, pero sí en muy buena compañía y comentando todo lo que habíamos visto y disfrutado.
Restaurantes
-. Laurentina (o Rei do Bacalao) (Ver aquí). Avenida Conde Valbom 71, Tel (351) 21 796 0260. Aquí disfrutamos como he comentado del auténtico bacalao. Yo creo que en la carta había más de veinte especialidades y además es un restaurante precioso. Yo lo recomendaría sin ninguna duda. Os adjunto una foto del bacalao que pedí yo que era como veis exquisito hasta en su presentación. Si os apetece ir tened en cuenta que creo que es el jueves por la noche que puedes cenar al mismo tiempo que estás escuchando 'Fados' de gran calidad.
-. Sea me (Ver aquí), en Rua do Loreto 21, Tel (351) 21 346 1564. Es un restaurante de pescado y marisco y mucho más, con un ambiente muy moderno en todos los sentidos. Menos mal que reservamos pues había mucha gente esperando. Nos dio la impresión por la música que había y la gente que iba que después se convierte en lugar de copas. Nos gustó mucho la calidad de la comida pero para los que ya peinamos canas preferimos algo más tranquilito. Pero es lo más 'in' en estos momentos y gente muy guapa y arreglada.
-. Ribadouro (Ver aquí), Avda. da Liberdade 155, Tno. (351) 21 354 9411. Este restaurante nos lo habían recomendado efusivamente un grupo de amigos que habían estado en Lisboa en una convención. Estuvo bien, pero no para sobresaliente. Quizás esperábamos más en todo los sentidos. Además el precio no fue el más barato precisamente, comparándolo con la calidad de los dos anteriores.
-. Mercado de Campo de Ourique (Ver aquí). Este mercado está en la Rua Coelho da Rocha 1350-075, abre de domingo a miércoles de 10.00 a 23.00 horas y de jueves a sábado de 10.00 a 01.00 horas. Os aseguro que vale la pena hacer una parada a la hora de comer para probar alguna especialidad de sus puestos. Como os he dicho arriba nosotros probamos las hamburguesas y eran excepcionales. La pinta del sushi o la carne que había para hacerla al momento, o los mariscos para plancha, eran increíbles. Todo muy bien organizado y con un ambientazo.
Alojamiento
-. Hotel Bessahotel Liberdade (Ver aquí). Avda. da Liberdade 29, 1250-139. En este hotel nos alojamos los cuatro días que estuvimos. Encontramos una oferta de una habitación doble a buen precio. Daba a un patio interior con un jardín vertical como he comentado y tengo que decir que estaba limpísimo, y renovado desde hacía muy poco tiempo, además nos encantó por su situación. El desayuno muy completo y muy bueno. Si tuviera que volver y mantuvieran algún tipo de oferta, sin duda lo elegiría por su situación y calidad.
Espero que este resumen pueda ayudar a alguien que como yo no lo conocía y me empapé a través de guías de todo lo más importante que ver. Me quedé sin ver el Museo del Azulejo y muchísimas cosas más, pero no descarto algún día volver y conocer más de este bonito País tan cercano.