• ¿A quién le importa?

    ¿A quien le importa?
    Reza una canción muy conocida de los años ochenta de Alaska y Dinarama, algo así como: ‘a quién le importa lo que yo haga, a quién le importa lo que yo diga, yo soy así y así seguiré nunca cambiaré….’

    Su letra hacía alusión a la libertad y la independencia de cada persona, al margen de cualquier prejuicio, y debido a ello, y sin que en ningún momento hiciera alusión a la homosexualidad, el colectivo gay la tiene como un himno.

    Yo desde que tengo uso de razón he sido muy independiente y además soy de las que piensan que no haciendo daño a nadie, se puede casi hacer lo que le da la gana a uno. Y es que a la hora de la verdad, si empezamos a dejar de hacer cosas por lo que dirá la gente o porque no son de 'norma' moral, estética o convencional, nos vamos a quedar sin hacer muchísimas interesantes.

    Esta semana me han chocado algunas escenas que he visto o compartido y en las que como digo arriba, no atentaban contra nada ni a nadie molestaban, desde mi modesto punto de vista.

    En la primera que vi, dos chicas de unos cuarenta y pocos años, bien plantadas y guapetonas, estaban fumando en la acera, en pleno Paseo Mallorca, delante de una peluquería. Eso no tendría nada de particular, pues estamos cansados de ver en las salidas de clínicas, colegios oficiales, tiendas, restaurantes, etc. a personas que en sus descansos o entre plato y plato, salen a fumar su pitillito de turno y allá ellos con sus pulmones (he sido hasta hace más de diez años fumadora y comprendo perfectamente las dependencias del tabaco).

    Pero lo gracioso es que una llevaba toda su melena de dos palmos, con los típicos papeles blancos y plateados de estar con las ‘mechas’ y la otra llevaba toda la cabeza desmelenada y con el tinte en las raíces. Sí, ese tinte para quitarnos la raya del tippex (como dice mi querida amiga de inglés Xisca) y con el que estamos tan, tan y tan horrorosas.

    Tanto que he pensado que tendría que haber en las peluquerías como una especie de cabina/confesionario, para escondernos cuando llevamos tal emplasto. Eso, junto a que te vean con el gorrito de baño de esos transparentes que dan en los hoteles, tal y como Dios te trajo al mundo, creo que son de las dos cosas más matapasiones que puede haber.

    Pues ellas tan panchas con su cigarrillo entre los dedos y su bata larga azul marino con toalla blanca debajo de las melenas. Todo el que pasaba las miraba incrédulos y perplejos, e incluso ví a un malentencionado que les sacó escondido desde un árbol una foto con el móvil. Y es que hay gente muy morbosa. Pero yo pensé… y qué más les da, si ellas están tan campantes y encima van a salir guapísimas de la pelu.

    Otro caso fue una noche bajando la basura de casa sobre las nueve y media. Me encontré en el contenedor a una vecina de enfrente, literalmente en pijama, con su bata correspondiente (de esas acolchaditas que yo creía que ya no se encontraban ni en las tiendas ‘vintage’) y con sus zapatillas del mismo color que la bata. Ella iba toda mona y llevaba sus rulitos en la cabeza, eso sí sin redecilla.

    Me preguntó si creía que mañana llovería y yo le dije que en el tiempo acababan de decir que sería: ‘mayormente despejado con tendencia a nuboso y posibilidad de intervalos nubosos más densos sólo en el norte de la Isla, que podrían ser de origen lluvioso y dar lugar a precipitaciones, e incrementarse dicha circunstancia a lo largo de la tarde noche, anunciándose al mismo tiempo ráfagas de viento de 70 a 80 km/h, únicamente en la isla de Menorca debido a la tramuntana, que tenderían a desaparecer a lo largo del día siguiente’. Y ella se fue toda contenta pues al día siguiente había quedado con sus amigas para comer en una terracita soleada. Qué féliz se la veía y qué conjuntadita con sus tonos azul mar.

    Y el último caso me encantó. Iba yo en el autobús de la línea 8 para ser más precisos (doy este dato tan esencial por si alguien le interesa), y la verdad es que estaba bastante llenito y de pronto un chico muy bien vestido y con mucha educación nos preguntó si podía cantar. Algunos no contestaron y le miraron como un bicho raro y unos cuantos dijimos, que por supuesto. El chico se puso a cantar la bonita canción napolitana ‘o sole mío’ y nos quedamos estupefactos pues tenía un chorro de voz asombrosa y cantaba con un sentimiento extraordinario.

    Me tuve que bajar de la parada con mucha pena pues estaba disfrutando muchísimo. Al bajar conmigo una señora y yo decirle lo mucho que me había gustado, me comentó toda orgullosa que conocía al chico, pues otras veces había hecho lo mismo y era ya un ‘clásico’ de dicha línea. 

    Y no es que esté mal de la cabeza o que después se dedique a pasar la gorrilla (por lo visto más de uno le ha querido dar unas monedas), sino simplemente está estudiando canto y como en su trabajo de dependiente en unos almacenes no le dejan interpretar ni un mísero ‘sol’, ni cuando va al baño, y además es padre de dos niños pequeños, aprovecha los espacios públicos para ensayar, ya sea el bus, tanto el de circunvalación, como el de cercanías, como el del aeropuerto, lo mismo le da, no es nada clasista. 
    Qué majo.

    La verdad es que a este chico hay que aprobarle, pues currarlo se lo curra de maravilla y encima nos deleita con tan bella voz. (Me comentó la señora que con el ‘nessun dorma' de Turandot se tiene que secar las lágrimas varias veces durante el trayecto de la emoción). 

    Así que estos tres casos, más otros que no os cuento por no aburriros, me han pasado en esta semana y he seguido pensando lo mismo: que hay que ponerse el mundo por montera en muchas ocasiones y ser felices.

    Y para demostrar que hagas lo que hagas, si te quieren poner verde lo harán, termino con el siguiente famoso ejemplo:

    ‘Un matrimonio mayor iba con su burro camino de una feria de un pueblo. El hombre iba montado en el burro y la mujer a su lado caminando. Pasaron unos vecinos y comentaron: ‘hay que ver qué machismo el de él, ahí sentado tan campante en el borrico, y su mujer la pobre caminando’… al oír eso el hombre se apeó y dejó a su mujer que se subiera. 

    Pasaron otros campesinos y comentaron…’qué pachorra la de la mujer….su marido tan mayor y con todo el pelo blanco y ella tan feliz y tan lozana subida en el équido. Avergonzada la mujer le dijo al marido que subiera y que irían juntitos. 

    Al poco de un rato pasó una pareja de labradores y dijeron: ‘pobre borrico, tener que aguantar el peso de los dos…qué vergüenza’. Y ya hartos de eso, se bajaron los dos y dejaron al burro que fuera solito y feliz. 

    Cuando llegaron a la feria, los vecinos que los vieron venir, empezaron a reírse y mofarse: ‘Ja ja ja, mira si son tontos esos dos, que han venido andando, cuando podían haberlo hecho cómodamente montados en el asno’.

    Conclusión: No dejes de hacer nada por el qué dirán, pues te van a criticar de igual manera, hagas lo que hagas.

    (Foto tomada por A. Alonso-Misol, en la Habana).




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