• A hamacazo limpio

    Hamacas en la costa
    No me lo puedo creer. LeĆ­ hace pocos dĆ­as una noticia que me dejĆ³ perpleja. 

    Resulta que, en un club privado de las Islas hubo una gran trifulca que habĆ­a acabado literalmente a hamacazo limpio. 

    SegĆŗn la versiĆ³n de la seƱora que relataba el suceso en los medios, todo sucediĆ³ porque una maƱana como otra cualquiera que acudiĆ³ a su club habitual para baƱarse y tomar el sol, viendo que no habĆ­a hamacas libres, ‘cogiĆ³ prestada’ (cito textualmente) una que veĆ­a que hacĆ­a rato nadie la ocupaba. Bueno, nadie no. La ocupaba una toalla de un particular. 

    La seƱora en cuestiĆ³n, quitĆ³ la toalla, cogiĆ³ la hamaca y cuando dicha dama estaba tomando su vermut, se le acercĆ³ un hombre que la increpĆ³ por haberle quitado su hamaca, y empezĆ³ a insultarla. 

    Acto seguido siguieron la discusiĆ³n por ambas partes y la cosa terminĆ³ con que el susodicho hombre empezĆ³ a arrear a la seƱora con la hamaca. Todo ello, repito, segĆŗn la versiĆ³n de la seƱora, la cual acabĆ³ por la tarde en urgencias y llevando un parte mĆ©dico para poner una denuncia.

    Yo aquƭ no entro ni salgo. No me gusta que nadie me juzgue, por tanto y en consecuencia huyo de hacer juicios de los cuales no he sido testigo, pues para ello estƔn los juzgadores.

    Pero hay una cosa que no acabo de entender. ¿HabĆ©is probado alguno o alguna transportar hamacas en la playa, clubes o terrazas con piscina? Verdad que normalmente se arrastran y no se cogen en vilo, y menos se branden cual si fuera un hacha, un cuchillo o un martillo. Simplemente porque la anchura de una hamaca es difĆ­cil de abarcar con un brazo o con dos, y su peso no es liviano precisamente. Si no, probarlo en algĆŗn sitio cerca como con las de la Playa de C’an Pere Antoni, o Cala Estancia , por no ir mĆ”s lejos y por poner un ejemplo.

    Yo sĆ­ que he probado todas la variantes de las hamacas. En la playa soy asidua de ellas, por las que pago religiosamente un alquiler que me da derecho a todo el dĆ­a usarla, eso sĆ­, para uso personal e intransferible. Mis hermanas llevan su sillita, pero ahora que no me leen…, para mĆ­ lo de la sillita con patas hace de seƱora mayor, y donde estĆ© una buena hamaca y poder ir haciendo: ‘vuelta y vuelta’, cual filete de ternera a la plancha, que se quiten las sillas, su transporte y el tener las piernas por detrĆ”s blancas cual la leche de vaca reciĆ©n ordeƱada.

    AsĆ­ que como cliente habitual hamaquil, sĆ© por propia experiencia lo que pesa una hamaca, y sin querer ser grosera, voy a poneros la expresiĆ³n primera que me ha venido a la cabeza: ‘pesan un huevo’.

    AsĆ­ que, si se demuestra que el susodicho en cuestiĆ³n cogiĆ³ la hamaca, la cargĆ³ al vuelo y empezĆ³ a dar hamacazos a diestro y siniestro, que por favor lo fichen para las prĆ³ximas olimpiadas, por lo menos en ‘lanzamiento de disco’ o ‘halterofilia’ pues estĆ” hecho un toro. Eso sĆ­, no un toro de pura casta y bravĆ­o; sino un toro que a casta ‘bruta’ no le gana nadie. Pero eso es otro cantar. 

    Todo ello me ha hecho recordar la cantidad de veces que yendo a una piscina de hotel, club o de algĆŗn lugar que sean de libre adquisiciĆ³n, no he podido encontrar ninguna libre, y en otro ataque de sinceridad -ya empiezo a preocuparme- tengo que reconocer que me he acordado de toda la parentela de las tĆ­picas seƱoras, que estĆ”n sentadas en una silla charlando con sus amigas y ademĆ”s de ello, se han ‘hecho’ con una hamaca (en la cual tienen extendida una toalla que jamĆ”s utilizarĆ”n) y apropiado de otra silla, para bolsas, pareos o vestiditos, y cuando llega la hora de irse cogen todo, y la hamaca se ha quedado allĆ­ intacta sin que ningĆŗn cuerpo, ya sea esbelto, liviano, corpulento, entradito en carnes, enjunto, etc, se haya dignado tumbarse en ella. 

    Os puedo asegurar que es un gĆ©nero que abunda y que despuĆ©s de una hora o dos de ver que ni han mirado la hamaca de reojo, te dan unas ganas de ‘pedirla prestada’ como hizo la seƱora en cuestiĆ³n que ni os cuento.

    Ya para terminar este relato del uso y del abuso y en la necesidad de pensar un poco en los demĆ”s, os cuento una anĆ©cdota que nos hacĆ­a mucha gracia a mis hermanos y a mĆ­, al mismo tiempo que un poco de indignaciĆ³n, y que relataba con mucha gracia y salero un hermano mĆ­o que veraneaba por cuestiones familiares en la playa de GandĆ­a, y era ni mĆ”s ni menos la cantidad de familias que habĆ­a, las cuales ‘enviaban a la abuela’ a la playa a las ocho de la maƱana mĆ”s o menos (pues segĆŗn ellos, ademĆ”s de levantarse ‘la yaya’ tempranĆ­simo por cuestiĆ³n de edad, no tenĆ­a nada mejor que hacer en todo el dĆ­a) y las pobres, ademĆ”s de su silla, tenĆ­an que acarrear con cuatro o cinco toallas y una sombrilla y colocarlas en fila india en primera lĆ­nea de playa. 

    AllĆ­ la abuela, contemplando el mar, y con algĆŗn que otro cabeceo, esperaba pacientemente a que su querida familia se levantara cuando le diera la gana, desayunara tranquilamente y fueran bajando a medida que su cuerpo serrano se lo pidiera. Y luego, a mandarla a casa para que fuera preparando el fondo del arroz o de la fideua.

    Ahora desde hace unos meses, por lo visto, se ha prohibido tal uso. Es decir, se puede bajar una abuela libremente a la playa a la hora que quiera, pero sĆ³lo acarreando su toalla y para su uso y deleite exclusivo. No me he enterado si es a travĆ©s de la ‘sociedad protectora de abuelos/as explotado/as’, o simplemente por cuestiĆ³n de democracia y solidaridad.

    Toalla que lleva un buen rato sin usarse y no hay nadie, toalla que se procede a su retiro por parte de unos ‘inspectores de playas’ contratados para tal cuestiĆ³n. Y si alguien quiere primera lĆ­nea de playa que baje a hora temprano, la ocupe, se dĆ© su baƱito y la vuelva a ocupar. 

    Y quĆ© querĆ©is que os diga. Que me parece muy bien. Contra el abuso, la cordura y las leyes. Y si alguien quiere tener primera lĆ­nea de playa que se baje solo o en compaƱƭa de la abuela, que total segĆŗn ellos no tiene otra cosa mejor que hacer, le dĆ© conversaciĆ³n, la mime y le ponga la sombrilla y bien de crema protectora para que no se torre. 

    Si no, ya lo sabe, sexta, sƩptima u octava lƭnea de playa, tal como se ve en las escenas que salen de las playas veraniegas en EspaƱa, en nuestra tan querida como odiada, caja tonta.


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