• Historias para no dormir



    El jueves pasado asistí, a un acto en una librería de Palma, en el que Carlos Garrido nos habló de historias de fantasmas.  Pero de los de miedo, no de los que nos rodean a menudo, y son de carne y hueso.

    Me encantó pues nos relató tradiciones y hechos legendarios ocurridos en Mallorca, Menorca, Ibiza e incluso los más asombrosos, que nos hizo en más de una ocasión soltar la carcajada, los que sucedieron en Cabrera. En todas las islas hubo narraciones de apariciones, espíritus o almas desencarnadas y apariciones. 

    Lo cierto es que Carlos resulta muy ameno y tiene una facilidad para empatizar con el público que es una gozada escucharle.

    ¿Verdad que siempre ha resultado atrayente una reunión en donde alguien contara alguna vivencia en donde apareciera un fantasma, un hecho inexplicable o algo así?

    A la vuelta me hizo recordar con una sonrisa de oreja a oreja como los siete hermanos que éramos disfrutábamos cuando éramos pequeños, viendo alguna película de esas de miedo y suspense.   Lo de que saliera sangre y otras asquerosidades ya no nos hacía tanta gracia.  Pero esas escenas en blanco y negro, en donde de repente el director te sorprendía de tal manera, que nos arrancaba un grito y un abrazo comunitario; esas, esas escenas envolvieron momentos muy felices.

    Porque sin duda las historias de miedo te producen muchas sensaciones, pero es cierto que también entre ellas, está el morbo y la excitación de la espera de la escena o del relato, que te haga estremecer.

    En mi caso, pasé mucho miedo con las pelis, pero como tenía el recurso de dormir en la misma cama que mi gemela, tapadas hasta el último mechoncito de rizos, por si venía el ‘bu bu’, yo tan tranquila.

    Hace un año, mi hermano, el de en medio, (que era el artífice cuando éramos niños y no tan niños, de todas las gamberradas que os podáis imaginar, secundado en muchas ocasiones por mi otro hermano, mi querido Gonzalo, que hacía de cómplice).  Pues como os decía, vino a Palma para vernos y tomando ya la ‘última’ en una sobremesa, como se suele decir, nos confesó a mi gemela y a mí, que hubo un hecho que no se lo podía quitar de la cabeza.

    Nosotras dos extrañadas, le preguntamos todas preocupadas, qué era ese hecho que tanto remordimiento, comecome y desazón le producía. Nos lo confesó: 

    Por lo visto teníamos nueve o diez años, y antes de que mi gemela y yo nos fuéramos a dormir, se escondió debajo de una de las dos camas de nuestra habitación.

    Nos fuimos a dormir las gemelas, cual niñas obedientes y escuálidas que éramos (debido como os he dicho al hecho y manía de dormir como momias egipcias) y cuando llevábamos unos dos o tres minutos con la luz apagada, nos confesó nuestro hermano que salió de la cama, y dando un berrido nos tocó con cada uno de sus brazos las cabezas apretándonos el cuello, y salió pitando.

    Nos quedamos como si nada, como si nos contara una película que no iba con nosotras, pues le tuvimos que confesar que no recordábamos absolutamente nada de esta historia. 

    Él sí se acordaba y lamentó todos los años de remordimientos que había pasado para ‘na’ pues tanto una ni otra ese recuerdo nos marcó.  Aunque él creo que bien marcado quedó, pues de los gritos y alaridos que dimos (por lo que nos contó) y la carrera a la habitación de nuestros padres, él se llevó varios azotes en el culo (igual hoy hubiera podido denunciar a esos padres maltratadores) y un mes sin paga.  Que eso supongo que sí le dolió.

    Pues ya veis lo relativo que son las cosas.  A nosotras ese hecho ni ‘plim’, y nuestro hermano sufriendo por si nuestros corazones hubieran quedado marcados con algún traumatismo grave.

    Pero lo que ya para terminar os puedo aconsejar es que por favor no se os ocurra ver dos películas de miedo que me marcaron para siempre y que he sido incapaz de volver a ver.

    Una titulada ‘Las tres caras del miedo’ (¿Cómo pudieron permitir con trece años el taquillero dejar entrar a tres párvulas inocentonas en el Rívoli?).  Desde entonces, ver una mecedora que se mueve, o un grifo que gotea, me produce escalofríos. Otra es, ‘al final de la escalera’.  Si tenéis un mínimo de sensibilidad, por favor no la veais.

    He podido superar a media noche un grito desgarrador y una mano que te coge la garganta.  He podido superar que los muebles de mi dormitorio se movieran por las noches porque mi hermano les había atado un cordel para cuando estuviera a oscuras.  He podido no cag….. de miedo ante una figura con una sábana y una linterna desde abajo iluminando su cara, entrar a las tres de la madrugada en mi habitación.   Los gritos todavía yo creo que se siguen oyendo.

    Pero esas dos pelis……… esas sí que son de morirse de miedo. 


    Woooohhh, Wooooooh, Clank Clank……. Uhhhhhhhhhhhh!!!!! 
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