En demasiadas ocasiones termino un relato o un comentario diciendo: ‘esto no es normal’ y también otras tantas veces me contestan que lo de ‘lo normal o no normal’ es muy relativo, tanto como los gustos.
Estoy de acuerdo hasta cierto punto, pues verdaderamente si digo que no es normal que a alguien no le guste por ejemplo, ‘la Venus de Milo’ me pueden contestar que ‘para gustos colores’, y ya no digo mucho más con películas y libros que a mí me han entusiasmado, y a muchos conocidos no les han dicho nada o les han disgustado.
Pero el otro día escuché en la radio una entrevista a Joan Roca del Celler de Can Roca de Girona, (considerado el mejor del mundo por la prestigiosa revista Restaurant Magazine y condecorado nada más ni nada menos que con tres estrellas Michelin), entre todo lo que oí hubo una anécdota, la cual ‘puedo decir y digo’ que no es normal se mire por donde se mire.
Comentaba el mayor de los hermanos, a la pregunta, ¿cuál es la situación más rara o extraña que han vivido en su restaurante?, que con seguridad fue un día que había una reserva para tres comensales, y cuál fue su sorpresa cuando entraron en el restaurante una pareja con un oso de peluche gigante.
Pidieron la mesa que habían reservado, sentaron primero al osezno peluchón y luego procedieron ellos a tomar asiento uno a la derecha y otro a la izquierda del mismo. Por supuesto pidieron comida para tres y les iban retirando y poniendo los platos como si tal cosa. La entrevista quedó así pues como ya se sabe, tanto en la radio como en la tele el tiempo es oro y muy limitado (menos para las pausas de publicidad de las pelis en los momentos más interesantes), y el locutor le dio las gracias y pasó a los anuncios.
Y yo me quedé con los ojos a cuadros pensando en las mil y unas dudas que me asaltaban y que me quedé sin saber.
La primera es muy importante. ¿Le preguntaban los camareros al oso, si había sido de su agrado el plato? ¿Se terminó el oso los diferentes platos o eran devorados por la pareja acompañante del mamífero? En caso contrario, ¿no salió el cocinero extrañado de que dicho comensal se dejara los platos intactos? ¿Le hicieron menú de adulto o infantil? ¿Bebió el oso alcohol? En caso afirmativo, ¿conducía el oso el coche que les llevó al Celler? ¿Mantuvieron con él conversación alguna sus dos acompañantes o le hicieron el vacío y no le dirigieron la palabra?.
Yo me pregunto lo que debe costar un cubierto en dicho Celler, cuya cocina mide unos 210 metros cuadrados, su cava 250 m2 con más de 40.000 botellas y unas 1.600 referencias, el comedor ocupa un espacio de 80 m2, con una máxima ocupación de unos 45 comensales, atendidos por 30 personas, y una lista de espera de doce meses.
Pues no sé lo que debe costar, pero debe ser bastante y lo entiendo pues como bien dice en una larga reseña de su dominical, el conocido crítico gastronómico José Carlos Capel, la experiencia de haber comido o cenado en el Celler de los hermanos Roca para él había sido ‘rozar la perfección absoluta’.
Así que ya me diréis si es normal o no lo que hicieron la pareja de llevar a su oso a dicho restaurante de lujo.
Para mí lo normal hubiera sido llevarlo a una de esas hamburgueserías que hay en todos los lugares del mundo y que según anuncian en la tele, por un euro o poco más puedes comerte una sabrosísima hamburguesa acompañada de tu bebida preferida.
Estoy segura que el oso lo hubiera agradecido muchísimo más. Pero como ya he dicho antes, lo normal para mí no lo debió ser para la pareja en cuestión. Allá ellos!
(Cuadro que ilustra esta entrada: Autor: Salvador Dalí. Título: Pareja con las cabezas llenas de nubes. Óleo sobre madera. Museum Boymans-Van Beuningen de Rotterdam).