Ya estamos en plena Semana Santa, uno de los tiempos más importantes del año litúrgico católico que se caracteriza por sus procesiones, sus Oficios, las visitas a las ‘Cases Santes’ (que tanto me gustaba de pequeña pues había estampitas en cada entrada de las Iglesias y atesoraba un buen montón), los manjares típicos de ella, que en Mallorca son las buenísimas ‘panades, pastissos, robiols, crespells' y muchas más cosas..y quizás excesivos días de fiesta.
Lejos han quedado los Viernes Santo sin poder ni cantar, ni silbar, ni escuchar música, ni menos salir a tomar una copa. Era un día de luto en donde se guardaban las formas. Por lo que a mí respecta sigo teniendo el mismo respeto a este día que conmemora la muerte de Jesús, escuchando como estoy ahora haciendo un CD de ‘Enya’ y tomando una copita de mi verdejo favorito, como lo tenía antaño.
Sólo digamos he dejado las exageraciones. Pero me han quedado reminiscencias que no me importa lo más mínimo guardar como ir un rato a alguna procesión o no comer carne este día de hoy.
Lo he sustituido por unos tagliatelles deliciosos, compartiendo comida con tres amigas de toda la vida en una terraza al sol.
Una de ellas me comentaba que ayer en el Oficio del Jueves Santo se desataron sus peores y bajos instintos pues tenía delante a una pareja con una niña de unos casi nueve años que casi siempre se sienta delante de ellos, y que la niña no dejaba de quejarse constantemente; o de estar cansada al mismo tiempo que se estiraba y apoyaba descaradamente medio cuerpo en sus padres, o que se pasó media hora pidiendo, ‘vámonos vámonos’ una y otra vez, hasta que consiguió, como otras tantas veces, que sus padres digan, ‘pobrecita …vámonos que está cansada’. Los peores instintos de mi amiga, son las ganas de darle un pellizco a la susodicha en el culo (por eso lo de ‘bajos’) pues tenerla delante es por lo visto insufrible.
Y es que según me cuenta mi amiga ‘sufridora en Misa’ conoce a los progenitores de la malcriada niña pues son vecinos suyos y también ha tenido que aguantar por buena convivencia vecinal, día sí y día también las conversaciones en el ascensor, portal o zaguán acerca de la ‘buena educación’ que se la da a la niña desde que era bebita.
Según ellos, lo primero es que los niñ@s tienen que dormir con los padres. El niñ@ ya decidirá cuándo quiere independizarse y dormir solit@. Aquí me tengo que reír pensando en mi hermana gemela y menda más mis cinco hermanos mayores durmiendo todos juntos. Unos del derecho, otros del revés, unos con la cabeza pegada a los pies del otro y así sucesivamente, por no hablar del tamaño del ‘futon’ que hubieran tenido que encargar mis progenitores pues cama en aquellos años más grande de 135 cm, ya se consideraba casi ‘indecente’. Y también sonrío pensando en mis sobrinos trillizos durmiendo todos juntos con sus padres. Creo que no habría cama lo suficientemente grande que los abarcara.
Otra cosa de lo que presumen constantemente los padres es que a su hija jamás la obligan a comer algo que no le gusta, ‘es ella la que elige el menú’. No se puede obligar a una niña a que coma a la fuerza. En ese punto me acordé de mis años escolares y de la comida del cole que no había tu tía, o te la comías o te castigaban y en casa tocaba lo que tocaba, y si se nos ocurría quejarnos, nos recordaban la cantidad de niños que había sin poder comer. Y en ese punto te comías compungida y cabizbaja y con vergüenza, las judías verdes con patatas hervidas que tanto odiaba y que hacía un momento habías desdeñado.
Y así ha seguido mi amiga relatándonos lo que según parece es práctica habitual en algunas parejas con niños pequeños. Y nosotras hemos comentado que ‘sarna con gusto no pica’ y allá cada cual con su educación. Si mi amiga ha podido resistir medio Oficio sin pellizcarla, no vamos a ser nosotras las que gastemos tiempo en criticarlos. Pero lo que está claro es que la niña que todavía duerme con sus padres, que come lo que quiere y cuando quiere y la que dice cuando hay que irse o cuando quedarse, es la que va a llevar el mando de los progenitores el resto de sus días, a los que tendrá como esclavos. Para eso no hace falta ser pitonisa.
Y todo ello contrasta con la visión de una foto que nos ha enseñado mi amiga, del mismo Oficio de ayer, en donde había doce preciosos niños de unos cinco o seis años que aguantaron sentaditos en pequeñas sillas al lado del altar, con una educación y saber estar encomiable, absolutamente todo el Oficio esperando su turno para que el Párroco procediera al lavado de sus pies, tal como hizo Jesús con sus Discípulos.
Como he dicho. Allá cada cual con su ‘buena educación’. Igual el pellizco habría que dárselo en lugar de a la niña, a sus progenitores, pero no seré yo quien le dé esta magnifica idea a mi querida amiga.